Aunque no se realizó ningún estudio comparativo, Baladía ha recordado que uno de los cadáveres de Leganés tenía incrustado un pequeño objeto metálico, "típico del suicida terrorista que quiere morir matando y se adosa el material que va a utilizar para causar su muerte y la de otros", pero dijo que tras examinarlo resultó ser una pila de un reloj.
Por su parte, los forenses que examinaron los restos humanos hallados entre los escombros del piso de Leganés han manifestado que establecieron el diagnóstico de "carácter suicida" por los "datos positivos" que les proporcionaron los exámenes de los restos -de los que dijeron que no tenían disparos, ni proyectiles, ni estaban bajo efectos tóxicos ni tampoco atados- y la ausencia de hallazgos que les hicieran pensar en una causa accidental u homicida.
Tras señalar que en un principio los estudios antropológicos apuntaban seis cadáveres pero que los análisis genéticos confirmaron un total de siete, los peritos han subrayado que se hizo una evaluación cadavérica de los restos y que "se trataba de personas vivas en el momento de suceder los hechos (la explosión)".
En este sentido, han especificado que los síntomas que les hicieron hacer esa afirmación eran, entre otros, que había pérdida de sangre, los bordes de las heridas también tenían esta sustancia y las quemaduras eran de color rojizo, lo que de haber estado muertos antes de la explosión no sucedería.
La autopsia a los 191 cadáveres del 11-M ha centrado parte de la sesión de este jueves. La directora entonces del Instituto Anatómico Forense, Carmen Baladía, ha explicado con detalle cómo trabajó su equipo para identificar a las decenas de cuerpos que llegaron aquel día 11 a la morgue instalada en Ifema.
Preguntada por si encontraron algún elemento que indujera a pensar en la posibilidad de terroristas suicidas entre los fallecidos, Baladía ha hecho esta afirmación: "Hay una gran diferencia entre nuestros 191 muertos y aquellos muertos del 3 de abril. La gran diferencia es que entre nuestros muertos no había ese signo indiciario propio de un suicida terrorista". La forense se refería a material explosivo o restos de detonador adheridos al cuerpo. No encontraron nada de eso.
La directora del Instituto Anatómico ha relatado su trabajo y el de sus compañeros tras los atentados. Los cadáveres no pararon de llegar desde el mediodía hasta las seis o las siete de la tarde. Trabajaron en siete mesas de autopsia. No pudieron poner más porque no había suficiente personal de Policía Científica para dar abasto. Cada cuerpo que llegaba recibía un número que acompañaba a las letras C de catástrofe y a la inicial del lugar de procedencia (A: Atocha. T: Téllez. P: Pozo. S: Santa Eugenia).
Una vez en la mesa, les cortaban las ropas a los cuerpos y las metían en una bolsa junto con todo tipo de efectos personales que les acompañaban. Preguntada por qué ocurrió con estas ropas, Baladía ha explicado que quedaron en manos de Policía Científica. (Dos de los peritos que han realizado los últimos análisis a las muestras de explosivos han sugerido analizar las ropas de los pasajeros de los trenes para poder emitir un diagnóstico más claro sobre el tipo de explosivo que estalló.)
Junto a Baladía, ha comparecido Miguel Ángel Monje, forense de la Audiencia Nacional adscrito al juzgado número 6. Participó en el levantamiento de cadáveres de Atocha y la calle Téllez y en las autopsias de algunos de ellos. "El día 12 llegó un bebé de ocho meses para que le practicara la autopsia. Que yo sepa fue el último en llegar", ha señalado.
El mismo día 11 consiguieron identificar a 156 cadáveres. Con los restos que quedaban se trasladaron al cementerio de la Almudena, donde tenían instalaciones más adecuadas para la conservación de los cuerpos. El día 17 habían conseguido identificar a 184 víctimas. Les quedaban tres: una de ellas, un error de identificación que se subsanó, y dos que se reconocieron con pruebas de ADN. Los otros cuatro, hasta 191, fueron llegando de los hospitales en los días posteriores.
Los forenses han dado todo tipo de detalles sobre las lesiones que causa una onda expansiva en una persona. Por un lado, existe una onda de presión positiva, que significa que la masa de aire y gases impacta como si fuera sólida contra el cuerpo. Luego, se da el efecto de un desplazamiento contrario, la onda de presión negativa, que consiste en una succión.
Por otro lado, Juan Miguel Monge, ha declarado sobre los exámenes que realizó a algunos de los procesados cuando fueron detenidos y tuvieron que prestar declaración ante el juez Del Olmo. Descartó que hubieran visto en ellos signos de tortura, aunque ha admitido que sí les habían dado "alguna colleja" y "tirones de pelo". Respecto a Jamal Zougam, detenido el 13 de marzo, el forense ha señalado que, cuando lo examinó el día 15, le preguntó quién había ganado las elecciones.
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