martes, 24 de julio de 2007

Festival de Jazz de Montreux . 41 edición.

Sin duda el festival de más prestigio de los que se celebran en Europa. 41 ediciones lo respaldan. He tenido la fortuna de asistir y verdaderamente es algo extraordinaro. En la tranquila suiza se disfruta del jazz y derivados y es una verdadera fiesta en un marco único. El lago Leman de un lado y los Alpes al otro.Un deleite para los sentidos.

martes, 10 de julio de 2007

EL DIA QUE TODOS FUIMOS MIGUEL ANGEL BLANCO

Reproduzco un estupendo reportaje publicado por el pais en recuerdo del asesinato de Miguel Angel Blanco Garrido cuando se cumplen DIEZ AÑOS. "el espíritu de Ermua" empezó entonces y diez años después continua. Siempre en el recuerdo.
JOSÉ LUIS BARBERÍA - Ermua - 08/07/2007. diario EL PAÍS. Son las cuatro de la tarde en la vaguada del barrio de Azobaka (Lasarte), el lugar en el que el 12 de julio de 1997, a esta misma hora, ETA asesinó al concejal del PP de Ermua (Vizcaya) Miguel Ángel Blanco e hizo estallar en llanto y rabia a millones de españoles. Aunque han pasado 10 años, quienes conozcan a fondo la historia no podrán adentrarse en este espacio sin experimentar la turbación que conlleva aproximarse al punto exacto en que se consumó la tragedia.

Se comprende que Consuelo Garrido, la madre de Miguel Ángel Blanco, encontrara aquí cierta paz, la del camposanto, el día que quiso visitar la última tierra hollada por los pies de su hijo. Pero no es posible permanecer en este lugar sin preguntarse cuánta fue la angustia del condenado, qué pensó cuando le sacaron del maletero, maniatado y vendado de ojos y boca, qué sintió al pisar la hierba y notar el roce de las zarzas, qué olores, qué sonidos, penetraron en su cerebro. En esta corta ladera arbolada sin nombre, el rumor del tráfico de la autopista Bilbao-Behobia, invisible desde la hondonada, es tan intenso a las cuatro de la tarde que hay que cerrar los ojos y concentrarse en la escucha para percibir el murmullo del agua de la regata Oztaran que discurre a pocos metros del lugar del asesinato.

No hay placas, esculturas o crucifijos -la modesta cruz de palo que ensamblaron algunas manos en su día fue eliminada por los amigos de los asesinos-, pero alguien ha grabado la señal de la cruz sobre la corteza del roble a cuyo pie Miguel Ángel Blanco fue abandonado, moribundo, cumplidas puntualmente las 48 horas que ETA dio al Gobierno para que acercara a sus presos a Euskadi.

Los terroristas ejecutaron aquí el experimento del chantaje emocional masivo más depurado, y depravado, de su historia. Se trataba de hacer que España entera se identificara con una víctima propiciatoria: un chico joven, hijo de inmigrantes gallegos, buena persona y concejal de una pequeña población obrera. En línea con lo establecido en la "ponencia Oldartzen (acometiendo)" de "socializar el sufrimiento", se trataba de que todas las gentes de bien comulgaran con la persona de Miguel Ángel Blanco, le transfirieran sus sentimientos más nobles y se colocaran mentalmente en su lugar. Se trataba de llevar al conjunto de la población española al banco de pruebas de un chantaje inhumano con desenlace inminente, comprobar si podían dividirla y sojuzgarla, y luego matarnos a todos un poco con esos dos tiros en la cabeza que acabaron con la vida de su rehén.

"Amatxo (mamá), si a mí me pasara algo así, yo prefería que me mataran", comentó Miguel Ángel, en vísperas de su secuestro, ante las fotografías de prensa que mostraban el rostro cadavérico de José Antonio Ortega Lara, liberado por la Guardia Civil tras haber padecido un cautiverio de 532 días en uno de los zulos, "ataúdes vivientes", que ETA reserva a sus rehenes.

"Miguel era un chico muy nervioso y activo, bastante extrovertido. Contaba chistes con frecuencia y tenía un carácter fuerte, de esos que perseveran en los objetivos. Le gustaba tanto la música [era batería del grupo Póker, con el que amenizó algunas bodas, y admirador rendido de Héroes del Silencio] que la anteponía a sus estudios", comenta su hermana, Marimar.

Según reza la sentencia de la Audiencia Nacional dictada el pasado año, el 10 de julio de 1997, después de comer en su casa, Miguel Ángel Blanco Garrido, de 29 años, licenciado en Empresariales y concejal del PP de Ermua, cogió el tren de las 15.20 horas para volver a su trabajo en la empresa Eman Consulting de la vecina Eibar. A las 15.30, nada más salir de la estación, fue abordado por Irantzu Gallastegi Sodupe, Amaya y Nora, y conducido hacia un vehículo de color oscuro estacionado en una calle adyacente que también ocuparon Francisco Javier García Gaztelu, Txapote y Jon, y el (después) fallecido José Luis Geresta Mujika, Oker. Tres horas más tarde, ETA telefoneó a su radio amiga, Egin Irratia, para comunicar que Miguel Ángel Blanco sería ejecutado si el Gobierno no trasladaba a sus presos a las cárceles del País Vasco antes de las cuatro de la tarde del sábado 12 de julio.

Un escalofrío recorrió la geografía española, a medida que la noticia se propagaba por los hogares, los centros de trabajo, los bares, las calles. El nombre del joven concejal de Ermua saltaba de boca en boca, incluso entre personas desconocidas que esperaban el autobús, que coincidían en un ascensor, como si todos y cada uno de los habitantes de España estuvieran personalmente concernidos. Miguel Ángel Blanco parecía irremisiblemente condenado, no sólo porque semejante chantaje resultaba inadmisible para el sistema democrático, sino también porque, como sabía perfectamente ETA, tampoco había tiempo material para que en el plazo de 48 horas el Gobierno, cualquier Gobierno, pudiera llevar a cabo una operación de la envergadura administrativa y judicial que requiere el traslado de cuatro centenares de presos.

Todo el mundo quería hacer algo para salvar la vida del secuestrado y el ejemplo lo dio el mismo pueblo de la víctima. Si Ermua pudo dar ese ejemplo, fue también porque desde tiempo atrás su Ayuntamiento venía aplicándose a la tarea de contestar a la lógica de la intimidación y el miedo articulando una respuesta social y política al terrorismo. A la media hora de difundirse la amenaza de ETA, los vecinos, movilizados a través de altavoces por la guardia municipal, ya ocupaban las calles, ya gritaban "Todos somos Miguel Ángel", ya mostraban en alto sus manos desnudas, desarmadas, manos de trabajadores y de estudiantes, de amas de casa y de jubilados.

El ejemplo cundió rápidamente por toda España. "Si somos muchos, no se atreverán, no tendrán la desvergüenza, el cuajo, la impudicia, de matarlo", se decía el pueblo, que desfiló un día sí y otro también en los municipios españoles. ¿Un millón de ciudadanos serían bastantes, dos millones, tres millones? Se calcula que seis millones de españoles salieron a la calle durante el angustioso compás de espera colectivo de aquellas 48 horas.

El tiempo pasaba lentamente porque todo el mundo se mimetizó afectiva, emocionalmente, con el secuestrado. Después de tantos años de atentados tremendos, los españoles se habían acostumbrado a encajar el impacto de las muertes fulminantes del tiro en la nuca y el coche bomba, pero no a la ansiedad que produce la agonía programada, ni a la impotencia de comprobar que toda la esperanza estaba en manos de unos sujetos con poder sobre la vida y la muerte. Si el primer día el clamor de libertad emplazó a los terroristas en términos casi respetuosos -Marimar Blanco les decía ante los micrófonos y las cámaras que todo se puede arreglar con buena voluntad-, el segundo dio paso a manifestaciones esporádicas de ira, rotos ya los diques emocionales por la espiral de la tensión. Algunos manifestantes pusieron cerco a las sedes de Batasuna -"¡asesinos, sin pistolas no sois nada!"-, pero incluso en ese momento los amigos de los terroristas contaron con la contención ejercida por otros manifestantes, más templados, que impidieron agresiones físicas y ataques: extintor en mano, el alcalde de Ermua, Carlos Totorica, evitó el incendio de la sede batasuna en su municipio. Y con la segura protección de la Ertzaintza y de la Guardia Civil. "No les protejáis, que luego os matarán", les gritaban los manifestantes a los policías. La gente se abrazaba a los ertzainas y éstos se quitaban el verduguillo y mostraban sus rostros, como si el encuentro entre ciudadanos y policías anticipara el final del miedo vasco.

Ahí, en la ocupación del espacio público abandonado por los huidizos militantes de Batasuna, nacieron el espíritu de Ermua, el Foro Ermua y Basta Ya, la vigorosa reacción ciudadana que marcaría la última década de la lucha contra ETA. Y también, el miedo del nacionalismo institucional vasco a ser desbordado por una oleada de indignación popular que reclamaba otra política, otra estrategia antiterrorista. El miedo a perder el poder y a entrar en una dinámica de confrontación directa con ETA hizo reverdecer en el PNV y EA la vieja tentación del pacto nacional abertzale, consumado posteriormente con el concurso de la IU vasca, en el acuerdo de Estella-Lizarra, que consagraba la exclusión de los no nacionalistas.

"Este tipo de ekintzas (atentados) hay que valorarlas a un año vista", comentó Txapote durante la charla que, meses después del asesinato, mantuvo con el colaborador del comando y ex concejal de Batasuna de Ermua, Ibon Muñoa, que les había alojado en su casa mientras preparaban el secuestro y les había facilitado placas de matrícula falsificadas, además de prestarles su propio vehículo.

"Los contactos con el PNV fueron más fáciles que nunca después de la acción contra Miguel Ángel Blanco", escribió ETA en su boletín interno Zutabe.

Convocadas por Gesto por la Paz y por algunas órdenes religiosas en Euskadi y en otras muchas poblaciones del resto de España, la noche del 11 de julio decenas de miles de personas velaron la angustia general rezando a Dios e implorando a ETA. Rezaba el Papa y la madre de Miguel Ángel Blanco: "Virgen mía, cuídamelo, que ahora está en tus manos y ya es tuyo"; rezaba y lloraba el pueblo de Ermua. España entera oraba, cada uno a su manera, aunque no fuera a dios alguno. Que no amanezca, que no llegue el alba, que se congele la noche, que la piedad prenda en el corazón de piedra de los terroristas, rezaban mentalmente en euskera y en español, en catalán y en gallego, las buenas gentes reunidas en la vigilia de la noche de las velas.

Como dijo el fiscal de la Audiencia Nacional en el juicio celebrado el año pasado, "pocas veces un asesino ha tenido tantos motivos para no llevar a cabo el asesinato. Resulta inexplicable no haber oído el clamor de una sociedad que reclamaba clemencia. Los gritos debieron oírse en todo el País Vasco, incluso en la bajera donde permaneció secuestrado Miguel Ángel Blanco". Claro que, entretenidos como estaban en la animada charla de sonrisas que mantenían en el banquillo de los acusados, Txapote y Amaya (Irantzu Gallastegi) tampoco pudieron escuchar las palabras del fiscal. La piedra en el corazón y el cemento en el cerebro parecían intactos nueve meses después de haber cargado con el peso de la muerte de Miguel Ángel Blanco.

El alba del 12 de julio de 1997 llegó y con ella la sensación de que todo estaba decidido, porque la policía no tenía rastro alguno del comando y porque Batasuna no había mostrado el mínimo atisbo de piedad. "No le matéis", titulaba a primera plana un periódico, imploraban cientos de organizaciones y asociaciones, pedían los criminales en las cárceles. A las 4 de la tarde del 12 de julio, España entera contuvo el aliento. "¿Cómo voy a comer si están matando a mi hijo?", decía Consuelo Garrido.

Cuando los relojes dieron la hora, no pocos españoles creyeron oír los disparos y hasta sintieron el impacto de la bala en la nuca. No así, por lo visto, los vecinos que habitan las casas más próximas al lugar del asesinato, en la loma de la vaguada del barrio de Azobaca. De hecho, Miguel Ángel Blanco fue encontrado, casualmente, a las 16.40, por un grupo de perros del vecindario que habían sido soltados en la zona para que se bañaran en la regata Oztaran. "Perdimos de vista a los animales cuando nos acercábamos a ese paraje y como les llamábamos y les llamábamos y no obedecían, nos pusimos a buscarles. Los encontramos allí, junto al cuerpo de un chico joven que parecía dormido", contaron los dueños de los perros.

El concejal de Ermua estaba tumbado boca abajo, tenía las manos atadas por delante con un cable eléctrico y un zapato fuera. Respiraba todavía. Durante unas horas, pareció que el milagro se había realizado. "Tiene una herida en la cabeza, pero es superficial", le comunicó una ertzaina exultante de alegría a la hermana de Miguel Ángel Blanco. La gente recuperó el aliento, pero el respiro duró poco porque, como constataron rápidamente los médicos, la realidad era muy diferente. El joven vasco tenía alojado en la cabeza un segundo proyectil que había destruido centros vitales de su cerebro. Su estado era prácticamente irreversible.

Murió a las tres de la mañana del 13 de julio, aunque los médicos y la dirección del hospital tardaron casi dos horas en certificar y comunicar el fallecimiento. Nadie quería dar carta de naturaleza a noticia tan desgraciada. Las gentes besaban la fotografía de Miguel Ángel Blanco, que poblaba, omnipresente, las calles, y escribían sobre ella palabras hermosísimas cargadas de amor y de tristeza, y también de determinación. España tenía el corazón roto y los ojos enrojecidos. Fue un asesinato a cámara lenta que provocó la catarsis ciudadana, el llanto y quebranto de la nación de las personas de bien, la explosión de las emociones más puras y la forja de una renacida voluntad por acabar con esos sujetos tan despiadados.

El calvario imaginado se confirmó enseguida, a la vista de las uñas ensangrentadas y de la acusada deshidratación de la víctima. Porque Miguel Ángel Blanco exudó enormemente durante su secuestro, sudó lágrimas, pero, sobre todo, sudó el miedo y la angustia del que se sabe condenado a muerte. Desde el lugar en el que se consumó el crimen, es fácil suponer los movimientos de los terroristas. Cumplida la hora, los asesinos debieron de sacar a Miguel Ángel de su lugar de cautiverio, situado probablemente en el mismo municipio de Lasarte o sus proximidades, y lo trasladaron en coche por la pista forestal que serpentea junto a la regata Oztaran y comunica con la vecina Urnieta. Detuvieron el vehículo a pocos cientos de metros del casco urbano, sacaron del maletero al concejal y después de caminar con él unos pasos ladera abajo, le dispararon por la espalda dos tiros en la cabeza.

Según los hechos probados en la sentencia dictada por la Audiencia Nacional el 30 de junio del año pasado, Irantzu Gallastegi permaneció dentro del coche en actitud vigilante, mientras José Luis Geresta sujetaba a Miguel Ángel Blanco y Txapote realizaba el primer disparo. "¿Estaba consciente la víctima cuando recibió el segundo tiro?", preguntó el fiscal a los médicos que practicaron la autopsia. "Entendiendo la consciencia como un estado de alerta, sí", contestaron. Con el primer disparo, Miguel Ángel Blanco perdió el equilibrio e hincó sus rodillas en tierra, pero continuó erguido. Seguramente, también él intentó echarse las manos a la cabeza o levantarlas al cielo implorando clemencia, mientras esperaba el tiro de gracia. Durante el juicio, la madre de Miguel Ángel Blanco no pudo apartar la vista de las manos del asesino.

martes, 3 de julio de 2007

LEYENDAS CELTAS. EPISODIO 13. (en recuerdo de Bosly).

LAMENTO PARA UN PRINCIPE.
Llewelyn fue el último principe de Gales nativo. Su muerte, acontecida hacia 1282, representa para la historia celta el final de una era. El siguiente extracto procede del poema lamento por Llewelyn ap Gruffudd ab yr Ynad Coch en el siglo XIII. En él aparece reflejada la tristeza de un pueblo que llora la muerte de su caudillo. Con la muerte de Llewelyn, mi mente desfallece. Tengo el corazón frio, y el pecho repleto de miedo; el ansia se marchita como una llamita. ¿No veís el ímpetu del viento y la lluvia? ¿No veís cómo los robles combaten entre ellos? ¿No veís el mar invadiendo la costa? ¿No veís las verdades que presagia? ?No veís que el sol se arroja por los cielos, que las estrellas se han caido? ¿No creeís en Dios, estúpidos mortales? ¿No veís que el mundo entero se está acabando?. Oh, Dios, ojalá el mar cubra la tierra; ¿Por qué aún quedamos nosotros?. Descansa en paz, Bosly. Los amigos/as del colegio nunca te olvidaremos. No es una frase original que digamos pero a decir verdad no me sale otra. Tienes el dudoso honor de ser el primero en emprender viaje. En abrir camino.

LA ÚLTIMA PALABRA DE LOS ACUSADOS EN EL JUICIO DEL 11 - M

LLegado el fin del juicio oral lo cierran las palabras finales de los acusados. El acusado Jamal Zougam declaró ante el tribunal que medios de comunicación y políticos le utilizaron entre los días 11 y 14 de marzo de 2004, día de las elecciones generales, para afirmar que "fueron islamistas" los responsables de los atentados de los trenes de cercanías. "Algunos tenían interés en que fuera yo el culpable. Yo no sé si fueron islamistas o no, probablemente sí, pero yo no fui", añadió.
El acusado dio extensos detalles sobre las contradicciones en las que incurrieron los testigos que le reconocieron en distintas estaciones o trenes de cercanías. Por ejemplo indicó que el testigo A-27 incurrió en múltiples contradicciones. "Dice que cogió el tren desde Alcalá de Henares a las 7:10 de la mañana y que se introdujo en el centro del convoy, una persona le empujó desde el lado izquierdo y observó a un individuo sentado junto a él que intentaba introducir una bolsa debajo del asiento, no obstante el artefacto había sido colocado en el vagón número 4 debajo de una papelera", explicó. Zougam agregó que "nadie comete un atentado utilizando las tarjetas de su negocio".
Fouat El Morabit, acusado de pertenencia a organización terrorista para el que la Fiscalía pide 12 años de prisión, señaló que no tuvo "la más mínima participación, ni la más pasiva actuación que se pueda imaginar". El Morabit destacó, además, que no ha quedado demostrado que en la casa de la calle Virgen del Coro de Madrid se celebraran reuniones de tipo islamista y destacó que la visita del suicida Rifaat Anouar a la vivienda el día 11 de marzo por la noche no estaba dirigida a buscar refugio, ya que en aquel momento todo el mundo pensaba que el responsable de la masacre era la banda terrorista ETA.
Por su parte, Abdelilah El Fadual El Akil, acusado también de pertenencia a organización terrorista, se dirigió también a las víctimas y dijo que "cada día" llora por sus familiares. El acusado resaltó que vino a España "debajo de un camión" y que con ese esfuerzo quiere demostrar que quiere a este país. "Yo también me siento una víctima, no he visto crecer a mi hijo, no le he visto empezar a andar", destacó. El Fadual El Akil reconoció que era amigo de Jamal Ahmidan, alias "El Chino", pero concretó que una vez que regresó a España después de permanecer encarcelado en Marruecos, en 2003, perdieron el contacto. "Aquí se mete a todos en el mismo saco porque somos musulmanes y no todos somos iguales", indicó.
Los considerados autores intelectuales de los atentados Rabei Osman El Sayed, alias "Mohamed El Egipcio", y Youssef Belhadj indicaron que se acogían a todo lo dicho por sus abogados.
El asturiano Antonio Toro, ex cuñado de José Emilio Suárez Trashorras, realizó esta tarde, haciendo uso de su derecho a la última palabra, una breve alocución ante el tribunal en la que no condenó los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid. Todos los anteriores acusados que se dirigieron a la Sala expresaron su condena antes de exponer sus argumentos en su defensa.
Toro dijo que únicamente quería concretar dos datos que considera no han quedado suficientemente claros. Así indicó que nunca entregó al acusado Rafa Zouhier una muestra de explosivo y dijo que tampoco le dio detonadores. En este sentido, agregó que la prueba esgrimida por las acusaciones para demostrar su viaje a Madrid para realizar la entrega de estos dispositivos es que utilizó para el desplazamiento un Renault Megane. Resaltó que, según se ha podido comprobar a través de la sentencia de la Operación Pipol, en la que fue juzgado por tráfico de drogas, en aquel momento, verano de 2003, el coche se encontraba en un desguace. Por parte José Emilio Suárez Trashorras, para el que la Fiscalía pide 38.962 años de prisión, declinó dirigirse al tribunal.
Uno de los considerados autores intelectuales de los atentados Hassan El Haski, dijo no entender, dos años después de su detención, los cargos que existen contra él. Destacó que ninguno de los 116 detenidos en relación con la masacre le conoce . "No consigo entender como es posible que la respetable fiscal se siga aferrando a acusarme", añadió. El Haski reconoció que conocía a varios de los implicados en los atentados pero dijo que "no sabía nada de lo que querían hacer". Destacó, además, que entre Jamal Ahmidan alias "El Chino" y él existía odio a causa de su religión, ya que Slimane Aoun es de procedencia chiita. Justificó las llamadas efectuadas a "El Chino" por la necesidad de que le devolviera una lámpara de un vehículo que él se encargaba de reparar. Además el joven asturiano.
Por su parte el acusado Mahmoud Slimane Aoun, acusado de colaboración con banda armada y falsedad en documento oficial, indicó hoy que es "inocente" y recalcó que huyó de su país para evitar la violencia ya que allí mataron a su hermano, su padre ciego, sus tíos y siete de sus hijos.
Antonio Iván Reis Palicio se limitó en su turno a agradecer su labor a su abogado y a decir que es "inocente".
El acusado Rafa Zouhier, al que la Fiscalía considera cooperador necesario para la comisión de los atentados, destacó que un miembro de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil le visitó cuando ya se encontraba encarcelado y que le amenazó para que no hiciera referencia alguna a que conocía con antelación la existencia de una trama de tráfico de explosivos en Asturias. Explicó que el miembro de la UCO le indicó: "No digas a nadie nada de los explosivos porque sino te vas a comer 200 muertos". Añadió que a pesar de eso decidió contar la verdad porque los españoles merecían saberla. "Si al final paso todos esos años en la cárcel lo haré con la conciencia tranquila", agregó.
El acusado centró su última palabra en insistir en que denunció antes de los atentados que sabía que unos asturianos ofrecían explosivos y destacó que a pesar de UCO de la Guardia Civil conocía este dato no hizo nada. "¿Cuantas veces hay que ir a decir que alguien está vendiendo explosivos?", se preguntó y explicó que siempre había pensado que la policía hacía su trabajo. "Yo no soy el que tiene que hacerlo", destacó. Zouhier añadió que no le vale que después de los atentados las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado se echen las manos a la cabeza y se preguntó por qué no se utilizó "el saco de pruebas" del que disponían para "parar ese tráfico de explosivos en las minas".
El acusado Rachid Aglif destacó que el único delito que ha cometido es llevar a Rafa Zouhier, a la reunión celebrada en el Mc Donalds de Carabanchel entre Trashorras y "El Chino". Acusó a Zouhier, que entonces era su amigo, de intentar implicarle e inventar que fue él el que habló de explosivos en aquella reunión y decir que actuaba como "lugarteniente de 'El Chino'".
Los acusados Carmen Toro, ex mujer de Suárez Trashorras, Sergio Álvarez y Saed El Harrak declinaron hablar ante el tribunal.
El acusado Basel Ghalyoun destacó el cambio de declaración efectuado por la testigo que dijo en un inicio haberle reconocido en uno de los trenes de cercanías y aseguró que agradece que esta persona fuera "honrada y decente" y que se diera cuenta de que su primer reconocimiento había sido manipulado. El acusado se refirió también a la aparición de su ADN en un gorro árabe encontrado en los escombros de la casa de Leganés y dijo que la perito nunca dijo que el otro perfil localizado en la prensa además del suyo fuera "anónimo" sino que indicó que no habían podido llegar a resultados concluyentes. "No se puede descartar que pudiera pertenecer a Rifaat Anouar u otra persona", dijo Ghalyoun que siempre ha defendido que pudo coger el gorro en alguna de las visitas del suicida al local de la calle Virgen del Coro, donde residió un tiempo.
En este sentido, se dirigió a la fiscal Olga Sánchez y se preguntó por qué motivo le cuesta creer que un ADN "se traslade de un sitio a otro" y sin embargo defienda que restos de explosivos almacenados puedan contaminarse con sustancias ajenas a su composición. "Para el ADN basta con tocar algo durante más de 10 segundos", defendió. Denunció, además, la utilización política de su caso, y se refirió a la filtración de sus conversaciones con su madre que se publicaron en un periódico nacional.
Por su parte los asturianos Iván Granados y Javier González declinaron hablar ante el tribunal.
Abdelmajid Bouchar, acusado de la autoría material de los atentados, indicó ante el tribunal que, a pesar de que en una bolsa de basura cercana a un contenedor de la calle Carmen Martín Gaite de Leganés se localizara su ADN en huesos de dátil y aceituna, no se encontraron restos del ADN de las personas que murieron en la explosión. Negó además haber estado en la casa y descalificó las declaraciones del agente que le persiguió en su huída y le reconoció posteriormente en una rueda de reconocimiento. "Es mentira, yo no he estado allí", dijo.
Así, recordó que el agente que le reconoció explicó que vio a una persona que huyó de la casa, pero realmente no podía decir de dónde había salido esa persona. Recordaba, añadió, que tenía las piernas largas y su misma altura, pero recalcó: "No pudo ver su cara". Dijo también que se marchó a Serbia no para huir de la Justicia, sino porque quería "cambiar de aires".
Nasredine Bousba se dirigió al tribunal para comunicar que "es inocente" y confía en su criterio.
Por su parte, el primo de "el Chino", Hamid Ahmidan, dijo en una breve intervención que si el suicida hubiera estado aquí "el no estaría en la pecera" y recordó que estaba trabajando por 30 euros al día cuando se produjo su detención, a pesar de la fiscal Olga Sánchez diga que se encontraron drogas por valor de un millón de euros en la casa que ocupaba.
Otman El Gnaoui al que el Ministerio Público acusa ahora de cooperación necesaria para la comisión de los atentados destacó que se "siente también víctima" y recordó que se presentó voluntariamente ante la policía para denunciar lo que sabía.
El acusado Mohamed Larbi Ben Sellam denunció cuando se encontraba encarcelado los policías intentaron hacerle tragar carne de cerdo a pesar de que su consumo está prohibido por su religión. Dijo también que estuvo cuatro meses sin poder contactar con su abogado y agradeció su atención a la sala. Condenó los atentados y recordó que la casa de Santa Coloma de Gramenet en la que residía durante su detención no se utilizaba para albergar a huidos ya que era "pública" por lo que la ocupaban diferentes personas con las que él no mantenía ningún contacto. Recalcó, por último que no participó en ninguna de las reuniones mencionadas en el juicio destinadas a promocionar la yihad.
Por su parte, Mohamed Bouharrat criticó la actitud del Ministerio Fiscal y aseguró que ha planteado teorías en su contra sin pruebas que las respaldaran. En cuanto a Mohamed Moussaten, solo indicó que condena "los atentados rotundamente" y recalcó que es "inocente".
La última intervención fue la del acusado Mouhannad Almallah Dabbas que aseguró que para él "Madrid es igual que Damasco" y destacó que cuando se produjeron los atentados lo pasó mal" por "el pueblo español que perdió a sus ciudadanos" y también por el "pueblo árabe por ser sospechoso". "Me duele mucho que cada vez que aparece un suicida por religión los políticos lo utilicen", destacó y añadió que su repulsa hacia el terrorismo es tal que incluso llegó a salir en dos manifestaciones contra el terrorismo en España.
En cuanto a las declaraciones efectuadas por su ex novia que señaló ante el tribunal que el casa de la calle Virgen del Coro de Madrid se celebraban reuniones yihadistas, indicó que no quería entrar "en las mentiras y contradicciones" de esta persona y propuso al tribunal entrar unos datos por escrito donde quedan reflejadas. Al término de la exposición que han realizado los acusados, Gómez Bermúdez ha dejado el juicio visto para sentencia. "Gracias a todos por su colaboración y compresión. Queda visto para sentencia". Por último se acompaña enlace en el que el diario el mundo trata de las claves para comprender lo ocurrido durante el desarrollo del procedimiento que pasará a la historia judicial española con ese número de sumario ya inovidable para todos. El sumario 20/04.

SINOPSIS. JUICIO 11 - M

Cuatro meses y medio, 57 sesiones de mañana y tarde. Este es el tiempo en el que ha quedado zanjado el juicio del 11-M. En manos del tribunal de la Sección Segunda de la Audiencia Nacional queda la deliberación sobre los 28 procesados. Al final, los 28 inculpados harán uso de su derecho a la última palabra. Tenemos:
Tres supuestos ideólogos o inductores de la masacre, que habrían dado las instrucciones sobre la fecha de ejecución y sobre el comportamiento de la célula terrorista (movimientos antes y después, reivindicación, eventual huida e incluso el suicidio). Visitaron España en febrero, pero estaban en otros países europeos cuando se produjo el atentado. Youssef Belhadj en Bélgica, Hassan el Haski en Francia y Rabei Osman el Sayed en Italia. Sin embargo, no hay pruebas palpables de su implicación. Sólo sospechas basadas en indicios. Según la defensa de Belhadj, la Fiscalía ha internacionalizado el proceso para consolidar la autoría islamista y a falta de los verdaderos autores materiales (supuestamente huidos o muertos).

- Dos supuestos autores materiales. Uno, Abdelmajid Bouchar, por estar junto a los suicidas de Leganés, de quienes la fiscalía da por hecho que fueron autores materiales, aunque no se hayan encontrado huellas de todos ellos en el resto de escenarios asociados al atentado. El otro, Jamal Zougam, por haber sido identificado en tres trenes diferentes, aunque no haya ADN ni huellas suyas en ningún lugar relacionado con el atentado. Bouchar y Zougam eran muy parecidos físicamente en aquel momento. A Zougam también se le atribuye el suministro de las tarjetas y los teléfonos empleados a fabricar las bombas.

- Un supuesto encargado de las finanzas de la célula islamista a través del tráfico de drogas, Hamid Ahmidan. Un supuesto falsificador de documentación, Nasrredine Bousbaa. Y un grupo de 'machacas' de confianza del líder operativo que llevaron a cabo diferentes labores logísticas o de mero apoyo: Otman el Gnaoui, Rachid Aglif, Saed el Harrak, Abdelilah el Fadual el Akil, Mahmud Slimane, Mohamed Bouharrat.

- Miembros de una célula islamista a los que se atribuye una relación con el atentado que no ha podido concretarse ni en la fase de instrucción ni en la vista oral. Aquí estarían los habitantes de la calle Virgen del Coro, controlados por la Policía antes del 11-M (Mouhannad Almallah Dabas, Fouad el Morabit y Basel Ghalyoun); y Larbi ben Sellam, cabecilla de la organización con vínculos en el extranjero que se encargaba de la captación y de las huidas.

- El grupo de asturianos responsabilizados del suministro de explosivos. El supuesto líder de la trama, con más vínculos ineludibles con los terroristas, es Emilio Suárez Trashorras. Su ex cuñado Antonio Toro y su ex esposa, Carmen Toro, tienen un papel sin esclarecer en el negocio, aunque su situación en lugares y fechas clave de la negociación los han convertido en cómplices de Trashorras. Algunas acusaciones apuntan más alto, aunque sin pruebas. Por otro lado, están los trabajadores de Mina Conchita que, supuestamente, participaron en una supuesta sustracción masiva del explosivo. Y por otro, dos chicos que hicieron de correo para, también supuestamente, traer dinamita o detonadores a Madrid. Todo esto, según la fiscalía.

- Finalmente, Rafa Zouhier, confidente de la Guardia Civil que, presuntamente, puso en contacto a los terroristas con los traficantes de explosivos.

La deliberación de la sentencia puede durar hasta cuatro meses antes de su lectura pública. No es descabellado prever que podamos encontrarnos con alguna absolución. De hecho, durante la vista oral se ha producido una, la del joven Brahim Moussaten, al que la Fiscalía y las acusaciones particulares retiraron los cargos al comprobar que la única prueba en su contra aportada por el Ministerio Fiscal era incorrecta.

Gracias a la vista pública del juicio, hemos podido comprobar cómo algunos cargos imputados se sustentan en pruebas que no son todo lo sólidas que cabría esperarse en la causa por el mayor atentado de nuestra historia. La debilidad de algunas de ellas las ha rebajado a la categoría de indicio. Cómo las interprete el tribunal es la gran incógnita de este proceso, en el que se pueden sentar precedentes sobre, por ejemplo, la importancia que puede suponer haber mantenido contactos telefónicos con un autor material de un atentado en las fechas previas al mismo o la relevancia que puede tener ser un islamista radical para ser considerado un terrorista en potencia o miembro de un grupo terrorista.

De lo que sí se han presentado pruebas, aunque no todas las que algunas acusaciones deseaban, es de que ETA no ha participado en los atentados.

Lo más frustrante, no haber podido averiguar quiénes y cómo llevaron a cabo el atentado el 11 de marzo de 2004. Tampoco hemos podido saber a ciencia cierta el tipo de dinamita que estalló en los trenes, clave para responsabilizar de las muertes a determinados acusados.La vista oral también ha puesto de manifiesto que las Fuerzas de Seguridad controlaban a parte de los supuestos autores (fallecidos en el suicidio colectivo de Leganés) y a algunos de los ahora procesados. ¿Cómo es posible que nadie llegara a interceptar sus planes? Ésta ha sido la pregunta inevitable a lo largo de todo el juicio. "La gran faena es que siempre fuimos un paso por detrás", reconoció uno de los policías que declaró ante el tribunal.

Un macrojuicio de estas características podía haberse prolongado 'sine die'. Sobre 28 procesados, han comparecido más de 309 testigos, 117 de ellos policías y guardias civiles. Además, han intervenido 71 peritos para exponer sus informes contra los acusados. De estos, todos son policías, menos 16 forenses y 13 particulares.

El presidente del tribunal, Javier Gómez Bermúdez, anunció su previsión al comienzo de la vista oral del juicio, el 15 de febrero: quedaría visto para sentencia en julio. Hoy es 2 de julio. En estos cuatro meses y medio, el magistrado ha ido moldeando el calendario de sesiones para acabar en plazo, señalando más o menos por semana en función del ritmo mantenido.

Desde el principio, ya recibió elogios por dar muestras de que lo tenía todo controlado: los hechos, el sumario, lo que podía aportar cada testigo y cada prueba, lo que podía durar cada comparecencia... Y así ha sido. Si bien ha dejado que la Fiscalía, los abogados de la defensa y las acusaciones particulares exprimieran a cada testigo y cada perito, también ha tenido la lucidez de cortar en seco cuando podía adivinar que el testigo o el perito de turno ya no podían aportar nada más a la causa, impidiendo digresiones y debates estériles.

La perspicacia que ha demostrado para darse cuenta de detalles relevantes que otros dejaban pasar por alto le ha puesto en bandeja la confianza de todos y cada uno de los 49 abogados (26 defensores y 23 acusadores). Y lo que es más significativo: las víctimas, divididas desde el principio por la solvencia que otorgaban al trabajo de la Fiscalía, confiaron en él en cuanto comprobaron su inteligencia y su actitud imparcial.

Hábil en la exhibición de su autoridad, ha hecho gala de templanza e inteligencia hasta en los momentos más delicados como la huelga de hambre de los presos o la investigación que le abrió al ex director de la Policía Agustín Díaz de Mera por negarse a declarar una información relevante.

Junto a él, en la toma de decisiones, siempre, los otros dos miembros del tribunal, Alfonso Guevara y Fernando García Nicolás.

Pese a su complicación, ha sido un juicio impecable, según reconocen los abogados que han tomado parte en el proceso. La mayoría opina todo lo contrario de la instrucción judicial de Juan del Olmo que le ha precedido y en la que se ha sustentado. Los letrados, sobre todo los defensores, denuncian no haber podido tomar parte en la práctica de pruebas. El secreto sumarial mantenido hasta 10 meses antes del juicio, ha perjudicado, sobre todo, a los procesados, que desconocían los cargos presentados por la Fiscalía y las pruebas que los sustentaban.

La mayor parte de los abogados ha mostrado una dedicación casi exclusiva a la causa. Los que asisten a las víctimas personadas como acusaciones, por la responsabilidad que supone hacerles justicia; los defensores de los procesados, por demostrar que la investigación no ha sido lo rigurosa que un proceso así requiere para encerrar en prisión a los culpables. Extraido del diario el mundo.

JUICIO 11 - M SUMARIO 20/04 QUINCUAGÉSIMO SEXTA SESIÓN. (informe defensa de Jamal Zougam por el letrado Jose Luis Abascal).

El abogado José Luis Abascal tenía uno de las defensas más difíciles en el juicio del 11-M, la de Jamal Zougam, el primer detenido por los atentados, el 13 de marzo, el "culpable oficial", como él lo ha llamado. Contra él, cuatro testigos que afirmaron haberlo visto en los trenes. Gran parte de su alegato lo ha dedicado a desvirtuar los testimonios por las incongruencias que, a su juicio, han encerrado. José Luis Abascal, defensor del acusado de la autoría material de los atentados Jamal Zougam, destacó en su informe de conclusiones definitivas que su cliente es "la cabeza de turco de esta sociedad" y añadió que fue "el chivo expiatorio que nos ofrecieron a todos".

Además, ha advertido, "el reconocimiento debe ir acompañado de pruebas". Y no las hay. No hay rastros genéticos, ni huellas, ni ropas de Jamal Zougam en ninguno de los lugares investigados. Tampoco hay testigos que lo hayan visto en Leganés o en la finca de Morata de Tajuña. Los procesados que trabajaron en la casa de esta localidad, junto a Jamal Ahmidan 'El Chino' han dicho no conocerlo. "Es el chivo expiatorio, el cabeza de turco", ha afirmado.

Lo acusan de haber proporcionado las tarjetas que, supuestamente, usaron los terroristas para activar los teléfonos con los que construyeron las bombas de los trenes. En realidad, sólo de una de ellas, la que apareció en una bolsa bomba que apareció en la comisaría de Puente de Vallecas entre los objetos personales de los pasajeros del tren que estalló en El Pozo. Es la única prueba que vincula a su cliente con los atentados.

El teléfono móvil que formaba parte del artefacto explosivo condujo a la tienda que Zougam tenía en el barrio de Lavapiés. Se descubrió que la tarjeta de ese teléfono se había vendido en una partida de 30 tarjetas en aquel comercio y que algunas de ellas fueron activadas en las 24 horas previas al atentado en Morata de Tajuña, donde, supuestamente se prepararon las bombas.

El letrado ha comenzado denunciando las perversiones del lenguaje que, a su juicio, hay en el escrito de acusación de la fiscal, Olga Sánchez. La realidad es que las tarjetas relacionadas con el atentado fueron "vendidas" en la tienda que Zougam tiene en Lavapiés, y "no se puede acusar a una tienda de vender tarjetas", ha argumentado Abascal. Y tampoco se puede responsabilizar a la tienda del "uso" que los clientes den a la mercancía, ha añadido.

La defensa ha planteado por qué iba a vender Zougam las tarjetas a sus supuestos compinches en el atentado. Segundo, si hubiera tenido algún vínculo con los terroristas, habría huido, ha afirmado. José Luis Abascal ha asegurado que no hay manera de demostrar que Zougam conociera a quienes compraron las tarjetas y mucho menos que conociera el propósito de quienes las compraron. De hecho, él no hacía tareas de venta ni controlaba la mercancía, sino que era su socio, Mohamed Bekali, quien lo hacía. "No ha cometido ilícito penal alguno vendiendo tarjetas. Es su negocio", ha sentenciado el abogado, reclamando la "absoluta inocencia" de Zougam.

Pero Zougam era un 'viejo conocido' de la Unidad Central de Información Exterior (lo declararon varios policías en el juicio) porque ya había sido observado por encargo de la policía francesa. El letrado lo ha presentado como un "cabeza de turco" y, aunque en ningún momento ha afirmado tajantemente que la bolsa bomba fuera una prueba falsa, colocada a propósito por las fuerzas de seguridad, para dirigir la investigación todo su discurso llevaba a esa conclusión. Abascal ha explicado cómo el procedimiento empleado por las fuerzas de seguridad en el traslado de los efectos personales de El Pozo hacen que no pueda descartar cualquier hipótesis, por descabellada que parezca.

Los Tedax de la Policía revisaron los trenes hasta tres veces y sacaron a los andenes todos los efectos personales encontrados. ¿Cómo no iban a reparar en una bolsa de 10 kilos de peso?, se pregunta el letrado. De hecho, un agente descubrió una bolsa que sacó al andén, donde fue explosionada.

Aquí comienza la denuncia de la mala organización policial que pudo facilitar la colocación de la prueba falsa, según el letrado: en el escenario entraron dos hombres que dijeron ser policías, pero no se identificaron como tales, los agentes que transportaron los objetos no hicieron ningún inventario de ellos; ni siquiera contaron las bolsa grandes de basura en las que los metieron. Viajaron en dos furgonetas a la comisaría de Villa de Vallecas; de allí a la de Puente de Vallecas; de allí a Ifema, donde fueron descargados (allí se rompió la cadena de custodia); y de allí, de vuelta a Puente de Vallecas, donde a medianoche empezó el inventario de objetos y hacia las 2.00 de la madrugada un agente en prácticas encontró la bolsa bomba.

De esa tarjeta no consta su número de teléfono en ninguna parte, ha denunciado el letrado, que se ha preguntado por diversas irregularidades en el comportamiento de la Policía desde que se hace cargo de ella hasta que llega al locutorio de Zougam, en Lavapiés el 13 de marzo, dos días después del atentado. De hecho, el letrado ha llegado a plantearse "si es que existió alguna vez". Si condujo a otros dos comercios, el primer distribuidor y el liberador de teléfonos, por qué sólo ha resultado procesado Jamal Zougam y no los dueños de esos negocios. El primer testigo dijo haberlo visto en el tren que estalló en El Pozo. El problema es que él mismo sembró la duda sobre su testimonio cuando declaró ante el tribunal. Al día siguiente de los atentados, ante la policía, dijo que lo había visto en el piso de abajo del vagón. La bomba estalló en el piso superior. Por eso, el testimonio no era determinante. Pero llegó el juicio, y el testigo dijo que lo había visto arriba. Después de que el letrado insistiera en su contradicción, el testigo acabó reconociendo que no se acordaba y que la memoría la tendría más fresca el día de su declaración policial que ahora, tres años después. "La primera versión es la que debe prevalecer", ha defendido.

Por otro lado, el testigo dijo el día 12 de marzo que el supuesto Zougam llevaba una férula en la nariz y un gorro, y que apoyo su cabeza sobre las manos, hacia delante, por lo que no le vio la cara. En el juicio, afirmó que le había visto "unos instantes". El testigo iba durmiendo y se despertó cuando llegó el supuesto terrorista a sentarse frente a él; lo vio meter bajo el asiento una bolsa oscura y pesada. ¿Cómo puede saber que era pesada si estaba ya en el suelo?, se ha preguntado el letrado. ¿Cómo es posible que, yendo medio dormido, recuerde perfectamente la bolsa?, ha planteado. La respuesta, para el abogado, es que la memoria juega malas pasadas y que, cuando creemos o queremos creer algo, lo afianza la memoria en el recuerdo de su percepción.

La defensa de Zougam concluye que el hombre que dijo ver a Zougam estaba sugestionado al hacer su declaración: llevaba oyendo y leyendo noticias del atentado desde que se produjo y "tenía una fijación" con que había visto a "un moro o un gitano" en el tren. Abascal también ha planteado lo siguiente: ¿Por qué en un vagón casi vacío, como dijo el testigo, iba un terrorista a sentarse frente a alguien con el propósito de dejar una bolsa abandonada sin temor a que el otro pasajero le llame la atención sobre el objeto olvidado?

Después están las dos mujeres que dijeron haberlo visto en el tren que estalló en Santa Eugenia. El abogado considera que lo que afirman estas testigos (la C-65 y la J-70) "es todo mentira". La C-65 declaró ante la policía y ante el tribunal que se fijó en un joven que pasó deprisa, con una mochila al hombro, y empujando a un joven que había sentado frente a ella. "Qué maleducado", penso la mujer. Sin embargo, según el letrado, no pudo verle el rostro, ya que caminaba de espaldas a ella. En lo que respecta a la testigo J-70, Abascal considera que no tiene credibilidad porque declaró ante el juez instructor en febrero de 2005, un año después, y contó cosas sobre el episodio vivido por su compañera que ni ella misma había declarado. Para esta defensa, es determinante que sus testimonios se produjeran después de que el rostro de Zougam saliera publicado por los medios de comunicación de todo el mundo. Ambas negaron haber visto a Zougam en la televisión o en la prensa, pero el abogado considera que eso es imposible pues su cliente fue, durante mucho tiempo, "el culpable oficial" del 11-M.

A la cuarta testigo, apenas la ha tenido en cuenta, puesto que a quien identificó en un primer momento fue a Abdelmajid Bouchar, bajando en la estación de Entrevías del tren que estalló en la calle Téllez. Pidió una "sentencia absolutoria, por el bien de España", que motivó un incidente en la sala que salpicó a víctimas, abogados de acusación y periodistas, y obligó al juez Gómez Bermúdez, a hacer, el último día, el primer apercibimiento de desalojo de la sala.

JUICIO 11 - M SUMARIO 20/04 QUINCUAGÉSIMO SEXTA SESIÓN. (informe defensa de Rabei Osman por el letrado Endika Zulueta.

El primero en comparecer en la larga jornada de este lunes fue Endika Zulueta cuyo alegato final ha sido demoledor para las tesis que, contra viento y marea, mantiene la fiscal Olga Sánchez. Indicó que se ha querido convertir a lo largo del proceso "a la persona de Rabei Osman en el personaje de El Egipcio" y para ello "se han falseado los hechos". "Se ha conseguido construir un perfil terrorista” con “datos falsos”. Se dijo que había estado en una cárcel egipcia dedicada a presos altamente peligrosos, que era experto en explosivos, que era miembro de la yihad islámica, ha enumerado Zulueta. Pero estos “datos son falsos” ha afirmado el abogado. Y su falsedad la demostró el abogado acudiendo personalmente a la embajada de Egipto en Madrid donde se los desmintieron.
Endika Zulueta ha ido desmintiendo uno por uno los hechos que se le imputan en distintos países. “En Alemania lo más grave que encuentran contra Rabei es que se erigió como portavoz de los musulmanes porque adecuó un local para las oraciones”. En Francia no ha surgido ningún elemento de prueba contra él. Y en España, “dicen que estaba vinculado con El Tunecino”. Para afirmar esto dicen que hay unas conversaciones grabadas que no se han escuchado y de las que tampoco se han aportado las trascripciones, ha recordado Zulueta. Aún así en esas conversaciones los interlocutores “tienen conversaciones puntuales” de las que no se puede desprender que mantengan actividades delictivas. “A pesar de esto, tienen la desfachatez de decir en 2007 que lideraba un grupo terrorista”. Por otra parte, está también la declaración de Cartagena, quien afirmó que Rabei no acudía a las reuniones. A pesar de esto, se mantiene que El Egipcio entregaba a Larbi libros para que las llevara a estos encuentros. Pero no esto no se ha acreditado en la vista oral, ha añadido el abogado. Ha recordado también Zulueta la famosa desaparición de dos notas policiales que recogían algunas declaraciones del confidente Cartagena. Ha revelado que el juzgado central número 6 ha enviado solamente la nota 6 “a la que le falta un trozo”, pero no la 10. Aunque “las notas están en Internet”. De Francia partió a Italia, no porque fuera a formar una célula terrorista, como dice la Fiscalía sino porque el hermano de su novia vivía allí y le iba a conseguir un trabajo para que pudiera casarse con ella, ha explicado Zulueta. En Italia es donde se graban las controvertidas conversaciones que fueron desmontadas por los peritos españoles (dos a propuesta del abogado y dos de la Policía). Durante su exposición, Endika ha terminado por desautorizar la principal prueba que Olga Sánchez tiene contra El Egipcio.El letrado puso de manifiesto que fue la policía española la que advirtió a la italiana de la presencia de Rabei Osman El Sayed, una vez este se trasladó a la localidad de Milán donde fue detenido después de las escuchas practicadas en su casa, a lo largo de las cuales supuestamente confesaba ser uno de los ideólogos de los atentados. Indicó también que todo lo que se ha obtenido introduciendo esos micrófonos "de manera ilegal" según la legislación española, "no tiene validez" y por ello ni siquiera debería tratarse durante el juicio.
El abogado dijo, además, que Osman El Sayed "ha negado que mantuviera esas conversaciones y que esa voz fuera la suya", en todas las ocasiones en que ha declarado tanto ante las autoridades italianas como ante las españolas. Indicó que a pesar de este hecho "no se le ha hecho una prueba pericial de voz" ya que "nadie la ha querido hacer".
Zulueta se refirió también a las traducciones, cuyo contraste de versiones ante el tribunal mostró la existencia de divergencias entre la efectuada por los expertos italianos y la realizada por traductores de parte a petición de la defensa. "Cuál es la sorpresa al saber que no se dice lo que dicen los italianos", destacó el letrado. Acusó a los responsables italianos de "frivolidad" y añadió que "no es de recibo que unos policías italianos actúen de esta manera".
En cuanto al hecho de que "Mohamed El Egipcio" asumiera, según los peritos italianos, durante las conversaciones grabadas que fue su gente la que cometió la masacre o que él era el "hilo conductor" de los atentados, el abogado se refirió a la existencia de sentencias del Tribunal Supremo que indican que este tipo de dato es "un conocimiento ante-procesal" y que admite la validez de los testigos que presenciaran estas comunicaciones.
No obstante destacó que para que el contenido de las conversaciones sea admitido es necesario que la valoración se efectúe con las debidas cautelas y sea contrastada con otros hechos probatorios.
Puso como ejemplo el hecho de que alguien diga por teléfono: "Que sepas que yo maté a Kennedy", frase que comparó con las pronunciadas por su defendido. Destacó que la persona que mantuvo la conversación incriminatoria con su patrocinado, su discípulo Yahia, dijo que no intervino en la conversación y que "El Egipcio" no le habló de Madrid. "La corroboración de que la conversación ha existido está en duda, y si hubiera existido, ¿en base a qué se corrobora?", agregó.
El letrado indicó que "no se han aportado pruebas suficientes para desvirtuar" la presunción de inocencia de Osman El Sayed. Indicó que tanto él como sus compañeros de las defensas, pertenecientes en su mayoría al turno de oficio "se han dejado la piel en este asunto" y lo han hecho "porque nos lo creemos". "Estamos defendiendo los derechos fundamentales recogidos en la constitución y los defendemos en estado puro y nuestra labor beneficia a nuestro clientes y a toda la sociedad", recalcó. "Pedimos una sentencia justa, y entiendo que en el caso de Rabei Osman no puede ser si no absolutoria", reiteró. Zulueta comenzó su informe exponiendo lo que denominó como una "cuestión personal" y explicó cuáles fueron los motivos que le llevaron a asumir la defensa de Osman El Sayed. Dijo que en el momento en que asumió esta labor "El Egipcio" estaba "socialmente condenado".
Agregó que todo parecía indicar que las declaraciones efectuadas por él mismo le conferían una apariencia de culpa que parecía estar en contra al derecho a una legítima defensa y a la presunción de violencia. "Este escenario es el que me hace asumir esta defensa", dijo.
El letrado hizo incluso referencia a la obra de teatro llamada "Doce hombres sin piedad" buscando comparaciones entre su argumento y la actual situación de los procesados.
Zulueta destacó que durante la exposición de los informes de distintos peritos solo se han abordado "características personales" de Osman El Sayed sin que ninguno de los expertos haya aportado datos objetivos. Se ha dicho, destacó el abogado, que se trata de una persona "extremadamente religiosa, muy radical, extremadamente peligrosa".
"Esta imagen de personas de la que tenemos que defendernos y prevenirnos saben ustedes que no es cierta", dijo el letrada. Añadió que da la sensación de que a lo largo de la causa se ha sido la premisa de que es necesario condenar a "El Egipcio" ya que a pesar de "no tener mucha vinculación con los hechos, es muy peligroso".
El abogado agregó que Osman El Sayed únicamente conoce a tres de las personas relacionadas con los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid. Destacó que no tenía ningún contacto con ninguno de los muertos de Leganés ni con los que huyeron de la vivienda de la calle Carmen Martín Gaite. En cuanto a los procesados, sólo ha tenido contacto con Serhane Ben Abdelmajid Faket alias "Serhane El Tunecino" y con los acusados Basel Ghalyoun y Fouat El Morabit. Tampoco existen huellas en ninguno de los escenarios relacionados con la masacre. "Hay que diferenciar entre hechos probados y opiniones subjetivas", ha alegado el letrado. En la acusación contra Rabei Osman el Sayed, dice, no hay hechos probados que lo vinculen con los atentados, sino inferencias falsas y conclusiones no acreditadas. "No hay suficientes pruebas para desvirtuar su presunción de inocencia", ha zanjado. Convencido de ello y de que no se puede condenar a un hombre a 40.000 años de cárcel si se tiene una "duda razonable", ha pedido una "sentencia justa, es decir, una sentencia ajustada a Derecho y, en este caso, sólo puede ser absolutoria". El cierre de este juicio ha correspondido al informe presentado en defensa de Jamal Zougam, por el letrado Jose Luis Abascal. Se trata del mismo en otro post.