viernes, 23 de febrero de 2007

EL ARTE DE SER FELIZ y V

Según Schopenhauer y después de sopesar otras hipótesis plantea como propio el siguiente planteamiento: la magnitud de nuestro dolor y bienestar en su conjunto está determinada subjetivamente en cada momento y, en relación a nuestro dolor, cualquier motivo externo de tristeza es tan solo lo que para el estado físico sería un vejigatorio que concentra todos los humores malignos repartidos en el cuerpo. Si no hubiera una causa externa de sufrimiento, el dolor determinado por nuestro caracter y, por tanto, inevitable durante este periodo, estaría repartido en mil puntos diferentes y aparecería en forma de mil pequeños disgustos y quejas sobre cosas que pasamos del todo por alto cuando nuestra capacidad para el dolor ya está colmada por un mal principal que ha concentrado todos los demás dolores en un solo punto. Este hecho lo corrobora también la observación de que tras el alivio por un final feliz de una gran preocupación que nos oprimía, pronto aparece otra en su lugar, cuya materia ya estaba presente, pero no podía llegar como tal preocupación a la conciencia, porque a esta no le sobraba capacidad para ello, de modo que dicha materia de preocupación permanecía desapercibida tan solo como una figuar oscura y nebulosa en el último extremo del horizonte. En cambio, en el momento de disponer nuevamente de espacio, esta materia ya configurada se acerca y ocupa el trono de la preocupación dominante del día. Tanto la alegria desmesurada como el dolor intenso, ambas tensiones excesivas del estado de ánimo pueden ser evitadas puesto que se basan en en un error y en una ilusión. ¿Como?. Por medio de la sensatez. Todo júbilo desmesurado (exultatio, insolens laetitia) se basa siempre en la ilusión de haber encontrado algo en la vida que de hecho no se puede hallar en ella, a saber, una satisfacción permanente de los deseos o preocupaciones que nos atormentan y que renacen constantemente. De cada una de esta ilusiones hay que retornar más tarde a la realidad y pagarla, cuando desaparece, con la misma cuantía de amargo dolor que tenía la alegria causada por su aparición. Por ello , podriamos evitar ambos , si fueramos capaces de ver las cosas siempre claramente en su conjunto y en su contexto y de cuidarnos de creer que realmente tienen el color con el que desearíamos verlas.

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