
la mitad objetiva se encuentra en manos del destino y es variable, la mitad subjetiva somos nosotros mismos, y esta es esencialmente variable. De ello se desprende claramente hasta que punto nuestra felicidad depende de lo que somos, de nuestra individualidad, mientras que la mayoría de las veces solo se tiene en cuenta nuestro destino y aquello que tenemos. El destino puede mejorar, y la persona moderada no le pide mucho; pero un necio no deja de ser un necio y un zoqute grosero será eternamente un zoquete grosero, aunque en el paraiso estuviera rodeado de huríes.
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