El jefe del Servicio de Intervención de Armas de la Guardia Civil en Asturias, José Luis Bayona Pérez, ha declarado ante el tribunal del 11-M que una circular de septiembre de 2002 hablaba de la necesidad de contratar a vigilantes de seguridad privados para controlar los explosivos en las minas porque se habían detectado "pequeñas sustracciones de material".
Según este testigo, se deducía que el material robado era el que sobraba de las cantidades que los mineros cogían cada día para las voladuras.
Según él, nunca se habló de robos de cantidades importantes. El control de la Guardia Civil consistía en la vigilancia del traslado de explosivos por carretera y el contraste de los documentos de las minas que registran la entrada de material y el material usado
También ha prestado declaración un interventor de armas y explosivos de la Guardia Civil número C-21698-A, encargado de realizar inspecciones técnicas de los depósitos de explosivos de las minas asturianas. Según ha declarado, él y otros dos compañeros se repartían las revisiones, que se realizaban anualmente. Se limitaban a comprobar que los minipolvorines (donde las minas guardan el explosivo y los detonadores) se encontraban en buen estado y a mirar el libro de consumo.
Según ha declarado, "siempre" les resultó "anecdótico" que las cifras de los explosivos consumidos que aparecían en los libros eran "números redondos". Los responsables alegaban que les resultaba más fácil trabajar con esas cifras y garantizaban que realmente gastaban el explosivo que decían. El ejemplo puesto ha sido el siguiente: si se pedían 30 kilos y sobraban tres, pues esos tres se metían en cualquier voladura, de manera que lo que sobraba, en realidad nunca sobraba.
El abogado de la acusación Gonzalo Boyé, sorprendido porque se le diera credibilidad a este razonamiento, lo ha puesto en duda, preguntando si esos sobrantes no serían robados y apostillando en su interrogatorio: "Si no era verdad, estamos ante lo que sucedió".
Si bien el interventor ha manifestado que siempre encontró corrección en las instalaciones, ha señalado que entonces se daba por hecho que pudiera producirse alguna "sisa" del material. De hecho, 'a posteriori', su "hipótesis factible" del robo de explosivos es que se sustrajeron "poco a poco".
La teoría de la "pequeña sisa" la ha respaldado también el testigo José Moya, presidente de la Confederación Nacional de Empresarios de la Minería y la Metalurgia. Él, con toda su experiencia detrás, ha dado por hecho que en las minas se producen "pequeñas sisas" de cartuchos. "Es muy fácil sacar un cartucho. Cualquiera puede hacerlo", ha comentado. "Otra cosa es el robo masivo", ha añadido.
Por otro lado, el interventor de la Guardia Civil ha agregado que el cambio de la normativa tras los atentados ha hecho que los controles de explosivos sean más exhaustivos, aunque, en lo que a su trabajo respecta, ni entonces ni ahora tiene acceso a las galerías de la mina para comprobar si el explosivo se usa realmente. Finalmente, ha zanjado: "Es imposible controlar el consumo real en una mina; antes, ahora y después".
Ante el tribunal del 11-M han comparecido también el responsable de la Comandancia de Oviedo (coronel Fernando Aldea Juan), y el de la Comandancia de Gijón (comandante José Antonio Rodríguez Bolinaga).
Pedro Laguna reiteró que su labor se limitó exclusivamente a crear un equipo de trabajo para esclarecer el papel de Suárez Trashorras y Antonio Toro en el tráfico de explosivos. Y es que por tres vías diferentes le llegó esta información a la Guardia Civil de Asturias: el confidente "Nayo", "Lavandera" y Rafa Zouhier (esta última información facilitada por el acusado, a través de la UCO). Durante los meses que duró esta investigación, Laguna afirmó que se desentendió totalmente de ella. Sólo se entera de algo en junio de 2003, según dice. Es en ese momento cuando le comunican que los trabajos no han prosperado, que "no han sacado nada, que han hecho registros pero que han derivado hacia la droga". De explosivos nada.
Ha declarado como ha quedado dicho el jefe de Policía Judicial de Oviedo (capitán Pedro Marful), su homólogo de Gijón (teniente Carlos Montero) y el superior de todos ellos, jefe de Zona de Asturias (general Pedro Laguna).
Entre ellos ha habido algunas contradicciones, pero todos han coincidido en lo esencial: que no hubo pruebas materiales de que Toro y Trashorras robaran y vendieran explosivos, sólo informaciones de tres confidentes (uno en Oviedo, otro en Gijón y otro en Madrid). Las contradicciones. Primero, las diferencias: los de Oviedo han dicho que intentaron formar un equipo conjunto con personal de Gijón para investigar los soplos de sus colaboradores, pero que su superior de Zona (Laguna) lo impidió. Laguna, por el contrario, dijo que él no había impedido nada y que fue el propio jefe de Oviedo, Aldea Juan, quien decidió trabajar por su cuenta, aunque con el apoyo de Gijón.
El jefe de Gijón ha dicho que sí llegó a formarse un grupo de trabajo formado por el número dos de Oviedo (Francisco Jambrina) y los superiores de Policía Judicial de Oviedo y Gijón. Al final, el resultado fue el mismo: la investigación sobre explosivos no se llevó a cabo y derivó en una investigación sobre el tráfico de drogas.
También se han dejado ver los celos profesionales entre Oviedo y Gijón. El jefe de Gijón ha criticado que cuando la Unidad Central Operativa, de Madrid, fue a Asturias a investigar el soplo de Rafa Zouhier sobre la venta de explosivos, a ellos no les dijeron nada, pese a que también estaban investigando lo mismo.
'Nayo'
La Guardia Civil de Oviedo contaba con la confidencia de José Ignacio Fernández Díaz alias 'Nayo'. La de Gijón con la denuncia de Francisco Javier Lavandera. La UCO, con la información de Rafa Zouhier.
'Nayo' habló al capitán Marful de que "faltaban explosivos de la 'operación Pipol' que no habían sido encontrados". En esta operación, Toro y Trashorras fueron detenidos y procesados por tráfico de drogas y explosivos. Además, Marful contaba con otra información, facilitada entonces por un testigo protegido en la causa actualmente. Este segundo confidente le habló de que "ETA estaba detrás de unos explosivos de Toro". Lo mismo declaró ante el tribunal, aunque señaló que lo sabía porque se lo había dicho 'Nayo'.
Lavandera
Por otro lado, Lavandera habló de que Antonio Toro ofrecía explosivos "a diestro y siniestro" en el club Horóscopo de Gijón.
Sin embargo, los mandos de esta comandancia han alegado que todo lo comentado por Lavandera se refería a lo investigado en la Pipol y que no encontraron nada nuevo. "No llegamos a tener indicios de criminalidad nunca", ha señalado Carlos Montero.
En lo que respecta a Gijón, fue en un cuartel de esta comandancia donde se encontró una casete extraviada con las denuncias de Lavandera tres años después de que hubieran sido grabadas. Su comandante, Rodríguez Bolinaga, fue sancionado por ello, aunque él ha alegado que lo importante de esa cinta se contaba en el informe que hizo el agente que realizó esa entrevista.
Zouhier
Finalmente, está el confidente de la UCO, el procesado Rafa Zouhier, que informó de que Toro y Trashorras ofrecían hasta 150 kilos de explosivos y que le habían entregado una muestra de dinamita.
Esto lo recogió el alferez 'Víctor' en una nota informativa de 6 de marzo de 2003 que envió a la comandancia de Oviedo (aunque Pedro Laguna dice que le llegó a él, que era el jefe de Zona). Tras este envío y otro informe del 27 de febrero, la UCO se desentendió de la investigación porque competía a Asturias, según declaró el jefe de la UCO, Félix Hernando. Tampoco le dieron mucha credibilidad. "Alguien que dice tener 150 kilos de explosivo, no entrega esa muestra", sostuvo Hernando.
Oviedo tuvo en cuenta esa otra confidencia para intentar judicializar una investigación y pinchar los teléfonos de Toro y Trashorras, según ha manifestado el capitán Marful. Pero su intento no tuvo éxito porque dos confidencias no eran pruebas suficientes para ello. "Me animaron a que siguiera investigando", ha declarado. El jefe de la Comandancia de Oviedo, Fernando Aldea, también ha dicho que hablaron con los fiscales de Avilés (donde vivían Toro y Trashorras) para ver cómo encauzar la investigación, pero que también resultó en vano.
Al parecer, Oviedo no tenía muy en cuenta al confidente de Gijón. Según Pedro Laguna, el jefe de Zona, un día le preguntó al capitán Marful (de Oviedo) por la 'operación Serpiente', una iniciada también a partir de informaciones de Lavandera. Marful, según Laguna, respondió que la operación había fracasado, que Lavandera les "engañaba constantemente" ("que si había explosivos, que si no") y que le dijeron: "El día que haya explosivos y los veas, nos llamas". Así de claro.
A todo esto, Pedro Laguna, el jefe de Zona se ha desvinculado de todo tipo de decisiones finales sobre la investigación a fondo que nunca se llevó a cabo. De la UCO, dice que sólo le llegan las notas informativas del 27 de febrero y del 6 de marzo. De las pesquisas sobre Toro y Trashorras, dice que decide todo el comandante jefe de Oviedo: "Yo no tengo más información que la que me da el teniente coronel (Fernando Aldea)". "A mí la UCO no me informa de nada", añade.
En junio de 2003, dice que le preguntó por la investigación y que Aldea le respondió: "Lo hemos dejado porque no hay información. Estamos a la espera de que 'Nayo' o la UCO nos den más información".
En lo que respecta a Gijón, el superior de Policía Judicial, Carlos Montero, ha afirmado que investigaron durante dos meses a Toro y Trashorras. El resultado, el mismo que en Oviedo: nada.
Según la acusación de la fiscalía, entre octubre de 2003 y febrero de 2004, Emilio Suárez Trashorras, con la colaboración de su cuñado, Antonio Toro, negoció la venta de 200 kilos de explosivos con Jamal Ahmidan 'El Chino', uno de los organizadores de los atentados del 11 de marzo en los que murieron 192 personas y resultaron heridas otras 2.000.
Los explosivos fueron robados de la Mina Conchita en la que Trashorras había trabajado tres años antes. Este martes también han declarado varios guardias civiles que han coincidido en que es imposible controlar el consumo de dinamita y es muy fácil robar cartuchos.
Alberto García Llana, delegado de la Asociación Unificada de la Guardia Civil en Asturias, ha apostillado al final de la sesión que la falta de personal es "un mal endémico en la Guardia Civil" y que eso afecta a todo, incluido el control de explosivos. Para la observación y vigilancia dentro de las minas tampoco tienen medios, según ha dicho.
Extraido en plan batiburrillo de las fuentes habituales, el Mundo, LD y el país que cada vez informa menos (en la versión digital, la de papel no puedo decir nada).
En definitiva, se evidencia la falta de coordinación, eficacia, hasta preparación y si se me pemite la expresión, fiabilidad de los mandos de las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado. Una vez más, ¿En manos de quien estamos?
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