Astral Weeks, de Van Morrison, entra sin duda en esa categoría. Estaría dispuesto a batirme en duelo con cualquiera que me rechazara que este disco no es un paso adelante brutal para el blues como forma de expresión musical. Aunque, cuidado, esto es blues, pero a la vez no lo es.Si hasta entonces, la ornamentación que acompañaba a ese estilo era más bien limitada, Astral Weeks fue el machete con el que Morrison abrió un nuevo camino en la selva. Otra cosa es que pocos se hayan atrevido a pisarlo desde entonces.
Antes de nada, hay que ser realistas: Morrison no canta; interpreta. Su voz no es nada obvia e incluso puede resultar algo molesta. No me malinterpreten: no estoy hablando de que Van Morrison, el viejo león irlandés, sea tan histriónico como Mathew Bellamy (horroroso cantante de Muse). Ni siquiera, por poner ejemplos para más talluditos, es como Scott Walker o Jacques Brel. No. Van Morrison es un ser capaz de llorar o reír en mitad de una canción sin, en realidad, apariencia de hacer nada de eso. Sin sobreactuar, sus cuerdas vocales se estiran hasta registros insospechados. Lo repito: es blues, sí, pero en esto tampoco es como los cantantes de blues.
Astral Weeks, sorpréndanse, se grabó en sólo dos días. A un ritmo frenético. Como edificar la capilla sixtina en 48 horas. No exagero: sólo así se puede comprender que Van Morrison fuese capaz de dar la vuelta a algunas de sus canciones antiguas, hasta entonces ejemplos de ese blues raquítico que echa para atrás a los llenos de prejuicios, y convertirlas en composiciones de arreglos brillantes y fondos llenos de matices.
Pero mas allá de su caracter rompedor, lo que diferencia Astral Weeks de otros discos, incluso de otros discos de su propio autor, es la dulzura, delicadez y ternura que destilan todos sus segundos. Cada cuerda que toca el cuarteto que acompaña a Morrison, cada nota que sale de la poderosa garganta del irlandés, posee una fuerza inigualable e indescriptible.
La mezcla de música clásica, folk, rock, blues y todo lo que se le puso por delante a su autor aún hace de Astral Weeks un disco esencial, irrepetible y, sobre todo, necesario. Les calmará el alma, se lo aseguro.
Lamento no poder dar cuenta del autor de estas letras dedicadas a un disco verdaderamente sorprendente, pero que se puede decir después de palabras tan bien escritas y tan sentidas. Lo leí, me gustó y ahora lo incorporo al blog. Lo dicho, tiene autor, no soy yo, pero tampoco puedo poner su nombre al pié. Lo desconozco. De lo que no cabe duda es que a Van Morrison lo ha trabajado bien y lo ha sentido dentro. De eso se trata, esa es la pócima mágica. Un disco memorable. Hay que escucharlo.
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