No son las cosas las que atormentan a los hombres, sino las opiniones que se tienen de ellas. Por ejemplo: la muerte (bien considerada no es un mal); la opinión falsa que se tiene de la muerte la hace horrible. Por lo cual, cuando nos hallamos turbados o impedidos, debemos echar la culpa a nosotros mismos y a nuestras opiniones.
Propio de ignorantes es el culpar a otros de las propias miserias. Aquel que a si mismo se culpa de su infortunio comienza a entrar en el camino de la sabiduria; pero el que ni acusa a sí ni a los demás es perfectamente sabio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario