miércoles, 24 de septiembre de 2008

JUICIO DE RUDOLF HÖSS. Segunda parte

Tal y como se dijo en el post que iniciaba la serie sobre Rudolf Höss se inicia esta segunda parte con algunas de las declaraciones prestadas por el acusado ya detenido y antes de ser sometido a juicio. En el próximo post nos adentraremos en las declaraciones prestadas en juicio, en su condición de testigo, (Nuremberg) y en declaraciones prestadas como acusado en el juicio que le condenó a morir en la horca.
Este fragmento de una carta manuscrita, data de los meses que pasó en la carcel de Cracovia. Dice así: "... Mi existencia ha sido muy agitada. El destino me elevó a las más altas cimas y me empujó al fondo de los abismos. Las circunstancias de la vida me pusieron a prueba muchas veces, pero siempre supe superarlas y nunca perdí mi estado de ánimo. Desde el momento en que volví de una guerra (1914-1918) en la que me alisté siendo un muchacho, hubo dos estrellas que me indicaron mi camino: mi patria y mi familia. Mi apasionado amor por mi patria y mi conciencia nacional me llevaron a alistarme en el partido nacionalsocialista y en las SS. Considero que la doctrina filosófica del nacionalsocialismo es la única adecuada a la naturaleza alemana. A mi juicio, las SS eran los defensores activos de aquella filosofía, capaz de conducir a todo el pueblo alemán a una existencia conforme a su naturaleza. La familia ha sido para mí algo absolutamente sagrado, a la que estoy unido por lazos indisolubles. Siempre me preocupó su futuro. Nuestro verdadero hogar debía ser una granja en el campo. Para mi mujer y para mí, los hijos representaban el sentido de nuestra existencia. Quisimos darles una buena educación y dejarles como herencia una patria poderosa. También hoy todos mis pensamientos van dirigidos hacia mi familia. ¿Qué harán? La incertidumbre que me asalta me hace más penosa mi prisión. Sacrifiqué mi vida una vez por todas. Es algo que ya pasó y de lo que no volveré a ocuparme. ¿Pero qué harán mi mujer y mis hijos? Mi destino ha sido caprichoso. Mi vida ha estado pendiente de un hilo con mucha frecuencia: durante la primera guerra mundial, en los combates cuerpo a cuerpo, en los accidentes del trabajo. Mi automóvil chocó con un autocar y logré escapar a la muerte. Caí desde un caballo sobre una roca y por poco fui aplastado por la montura. Sólo resulté con algunas costillas fracturadas. Durante los bombardeos aéreos creí más de una vez que había llegado mi último momento, pero no me ocurrió nada. Poco antes de la evacuación de Ravensbrück fui víctima de un accidente automovilístico y todos me creían muerto. Sin embargo, una vez más, logré salvarme. La ampolla de veneno que llevaba siempre conmigo se rompió poco antes de ser detenido. El destino me salvó siempre de la muerte, para sufrir ahora un fin degradante. ¡Cuánto envidio a los camaradas que cayeron luchando en el campo del honor! Yo era un engranaje inconsciente de la inmensa máquina de exterminio del Reich. La máquina se rompió, el motor desapareció y debo desaparecer yo también. El mundo lo exige... Pueden continuar considerándome un animal salvaje, un cruel sádico, el asesino de millones de seres humanos. Las masas nunca podrán pensar de otro modo sobre el ex comandante del campo de Auschwitz. Nunca podrán entender que también yo tenía corazón... Cracovia, febrero de 1947 Rudolf Höss".

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