martes, 21 de abril de 2015

El contable de Auschwitz

A sus 93 años, Oskar Gröning (más conocido como el «contable de Auschwitz» por su labor en dicho campo de concentración) ha admitido su responsabilidad «moral» en la muerte de más de 300.000 personas y ha pedido perdón a las víctimas durante el juicio celebrado este martes en Alemania. Con todo, el germano ha vuelto a señalar que, durante su estancia en el lugar, no acabó con la vida de ningún prisionero y se limitó a cumplir con su tarea: recoger y cuantificar las pertenencias de los prisioneros que llegaban al emplazamiento.
El juicio, celebrado Lüneburg y en el que muchas víctimas del Holocausto han depositado sus esperanzas, supone que -70 años después de que haya finalizado la Segunda Guerra Mundial- se sigue juzgando a presuntos criminales de guerra nazis. A día de hoy, este juicio se considera uno de los últimos en los que la justicia alemana caerá sobre los presuntos seguidores de Adolf Hitler, pues la mayoría de ellos ya han fallecido. No es el caso de Gröning quien, al llegar al campo de concentración en 1942 con 21 años, aun mantiene una salud aceptable para su edad.
Gröning, de origen alemán, vino al mundo en 1921 en la Baja Sajonia (una región ubicada al norte de Alemania). Fascinado desde su infancia por el ejército y la disciplina militar, se unió a las juventudes Hitlerianas en 1933, cuando Adolf Hitler tomó el poder en Alemania. Al tener la edad suficiente, este germano se alistó en las SS, donde se le dio un empleo administrativo. 
Cuando apenas contaba con 21 años, fue transferido como contable a Auschwitz, un campo de concentración creado en la región de Osweicim (a 60 kilómetros de Cracovia) y que, años después, sería conocido por acabar con entre un millón y un milón y medio de judíos.
Durante su estancia en el lugar, y según afirma la fiscalía, este exguardia de las SS se dedicó a cuantificar las maletas, las pertenencias, los cheques, el dineros en metálico y hasta las muelas de oro de los prisioneros (las cuales eran extraídas previamente antes de que fuesen gaseados y, posteriormente, quemados). Todo ello, con el objetivo de sufragar los gastos del Tercer Reich (además de, probablemente, guardarse para si un «pellizquito», algo habitual en los campos de concentración).
Concretamente, esta labor se hacía mientras los prisioneros eran divididos en dos grupos por los oficiales alemanes a la salida de los trenes. Mujeres, niños, ancianos e incapacitados a la derecha; hombres y mujeres fuertes a la izquierda. El primero era conducido directamente a las cámaras de gas, donde los alemanes hacían entrar a la muchedumbre bajo la promesa de una ducha caliente. Por su parte, el resto eran dirigidos al campo, donde eran tratados como esclavos.
Entre el 16 de mayo de 1944 y el 11 de julio de ese mismo año, Gröning trabajó en el campo en el marco de la «Operación Hungría. Concretamente, y según señala el Museo Memorial del Holocausto de la Segunda Guerra Mundial, en aquella época llegaron al lugar unos 440.000 prisioneros de dicha región. De hecho, esta deportación masiva de judíos significó que Auschwitz-Birkenau (una expansión del primer campo creada a posteriori) alcanzó su máximo nivel de asesinatos. 
De aquel ingente número de prisioneros, las SS enviaron a un total de 320.000 prisioneros directamente a las cámaras de gas, mientras que el resto (unos 110.000) fueron obligados a realizar trabajos forzados en el lugar. Muchos presos de este grupo no se quedarían mucho en Auschwitz, pues fueron trasladados posteriormente a otros campos de concentración presentes en Austria y Alemania. Con todo, el número inicial de fallecidos es el que se ha usado hoy en día para acusar de cómplice a Gröning.
Tras la guerra, el miembro de las SS fue acusado oficialmente por un tribunal, causa que se cerró en 1985 cuando los fiscales consideraron que no había una relación entre su trabajo en el campo de concentración y la muerte de los prisioneros. Sin embargo, hace pocos meses se decidió reabrir el caso ante la aclamación de los presos.
Ha sido en una de sus primeras frases en las que el antiguo guardia de las SS (las tropas más temibles e ideologizadas del nazismo) ha admitido que, desde que llegó a Auschwitz, supo que se asesinaba a personas en su interior mediante la cámara de gas. 
«Para mí está fuera de toda duda que soy moralmente cómplice», ha señalado el acusado, quién se ha personado en el lugar ayudado de su andador y junto a varios abogados. Concretamente, este alemán ha sido acusado de ser cómplice de los aproximadamente 300.000 asesinatos.
El antiguo contable también ha pedido perdón a todas las víctimas de la represión y se ha puesto a disposición de la justicia. A su vez, ha tenido que someterse a las duras miradas de varios represaliados durante el Holocausto y de sus familiares (varios presentes en la sala). Algunos, con todo, señalaron en los días previos al proceso que no quieren que el anciano sea condenado por mera venganza (y por tanto, no buscan que pase por prisión), sino para que los que «vengan después» sepan que no se pueden cometer ese tipo de crímenes contra la humanidad y quedar impune.
Este exguardia ha sido acusado formalmente por más de 60 particulares –entre ellos varios supervivientes del Holocausto-. En base a estos testimonios, la fiscalía sostiene además que Gröning ayudó a enriquecerse al nazismo al robar, contabilizar, y enviar a Berlín las pertenencias de los prisioneros que llegaban al campo de concentración.
No obstante, se desconoce si el proceso acabará o no en condena, aunque un precedente acaecido en 2011 con el antiguo soldado Ivan Demjanjuk (condenado por su colaboración con Hitler) hace pensar que es posible.
A día de hoy, Gröning es uno de los pocos colaboradores de Hitler que, aún con vida, no han tenido problemas en contar su paso por el terrible campo de concentración. Sin embargo, siempre se ha presentado como un elemento accesorio y nunca como un asesino. De hecho, siempre ha afirmado que nunca mató a nadie y que, por lo tanto, no es culpable.

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