lunes, 28 de mayo de 2007

LEYENDAS CELTAS. EPISODIO 2

Los celtas no veian la guerra como una matanza maquinal y sin sentido. Para ellos, se trataba de un oficio muy complejo que requería dedicación y destreza. Bellamente decoradas, las armas del guerrero son sus más valiosas posesiones y le siguen hasta la tumba, para servirle en el Más Allá. Las cualidades más apreciadas son la lealtad y el valor. Un rey sabio apreciará a sus soldados en lo que valen. En un antiguo poema galés, Gododdin se titula, Aneirin habla de trescientos jovenes que luchan para el rey de Gododdin. Durante un año aceptaron la hospitalidad del monarca: participan en fiestas, beben hidromiel y aceptan costosos regalos. Son hombres valientes, pero también inteligentes, corteses con las damas y adiestrados en las artes, no solo en la guerra. Después de un año los trescientos guerreros cabalgan animosos hacía la batalla (en palabras del poeta en pago por su hidromiel) en unos caballos blancos regalo del rey y saboreando la lucha de antemano. Mueren todos, pero lo hacen gloriosamente, y sus valientes hazañas se conservan en una canción, que supòne la inmortalidad terrenal que corre paralela a la recompensa de la vida ultraterrena. El jefe no deja de proteger a sus hombres ni siquiera después de muertos. Así, Mac Con coloca un mojón o túmulo de piedra por compañero muerto, y los entierra en vertical, poniendo sus escudos ante ellos, como si sus espíritus continuasen luchando.

No hay comentarios: