jueves, 16 de abril de 2015

El Prozac de Séneca. Clay Newman.

"La sabiduría es la única medicina que cura las enfermedades del alma" LUCIO ANNEO SÉNECA.
Voy a ser muy honesto contigo desde el principio.No soy ningún santo. Ni mucho menos un ejemplo a seguir.Eso sí, por destacar algo de mi, te diré que fui un chico precoz. La primera vez que me emborraché tenía 14 años. La primera vez que me fumé un porro , quince y medio.La primera vez que me arrestaron, dieciséis a punto de cumplir diecisiete. Y la primera vez que tomé mi primer antidepresivo, dieciocho recién cumplidos.Harta de mi mala conducta , mis malas notas y malos hábitos, mi madre me arrastró finalmente hasta la consulta de un buen psiquiatra. Aquel prestigioso doctor se dignó tratar un gamberro alcohólico, drogadicto y violento como yo simplemente porque en su día había tratado a mi padre.Y al igual que a él, también me diagnosticó un cuadro depresivo agudo.
Al ser un gran conocedor de la condición humana, le bastaron dos sesiones para recetarme pastillas. Según le contó a mi madre, lo mío era genético y no tenía solución. Mi padre vivió deprimido casi toda su vida hasta que se tiró a las vías del metro en la estación Grand Central, de Nueva York. Y lo mismo hizo mi abuelo. Bueno, él salto desde la planta 42 del Waldorf Astoria. Mi herencia genética me había convertido - irremediablemente - en un suicida en potencia. Y al parecer aquellas pastillas eran mi única salvación. No tengo autoridad moral para juzgar los antidepresivos.La verdad es que aquellos comprimidos de color crema fueron un parche de gran ayuda. Al menos durante un tiempo. Me tomaba uno después de desayunar y otro antes de cenar, acompañados de un gran vaso de agua. Es cierto que ¡fisicamente me sentía anestesiado e intelectualmente bastante más estúpido.. Pero no voy a engañarte, aquel estado de pseudofelicidad, en el que todo me importaba una mierda, se asemejaba a unas vacaciones en un hotel de cinco estrellas con todo incluido.
Mi único problema fue que era incapaz de sentir absolutamente nada. Los médicos se refieren a este estado como anhedonia.De hecho, no pude siquiera despedirme de mis tres inseparables compañeras de viaje: la RABIA, la ANSIEDAD y la MELANCOLIA. De la noche a la mañana desaparecieron sin dejar rastro. Pero no se fueron muy lejos.Habían "ocupado" el sótano de mi alma. Y no tenían la menor intención de marcharse hasta haberme dado una buena lección......................
Como vagabundo era tan vago que no tenía por donde vagar. Y una noche acabé una noche en un asqueroso motel. Fue entonces cuando decidí tomar el camino fácil. Eso sí, a diferencia d mi padre y mi abuelo, no quería montar ningún numerito en la vía pública y decidí poner fin a mi vida en un sucio cuarto de baño, armado con un frasco de valium. En total, ingerí 24 pastillas, una por cada año de mi insignificante y patética existencia. No tengo por qué mentirte. Y tú no tienes por qué creerme. Pero la verdad es que en el momento en que tuve la certeza de que iba a morir algo en mí hizo clic. De pronto, sin saber muy bien por qué, quise empezar a vivir. Me levanté del suelo, me miré a los ojos en el espejo del baño y me acordé de mi padre. A continuación, me metidos dedos en la boca nada más rozar la campanilla empecé a vomitar de forma salvaje..............
Salí del baño y eché un vistazo alrededor de la habitación. El armario estaba vacío, pero en el segundo cajón de la mesita de noche encontré un libro bastante viejo.Arranqué la primera página y al posarla sobre una baldosa se quedó enganchada. Solo entonces me dí cuenta de que había una dedicatoria escrita con pluma que decía lo siguiente: ¿ crees en el destino?. Este libro está escrito para tí.
Para una persona que acababa de intentar suicidarse y que en el último instante había decidido seguir con vida, aquellas palabras fueron un bálsamo para el alma. El libro se titulaba "Tratados Morales" y estaba escrito por un tal Séneca.......
No había leído un solo libro en toda mi vida, pero aquel lo devoré de un tirón. Y con lágrimas en los ojos, me quedé dormido como un bebé. Al dia siguiente mandé a la mierda las pastillas de color crema.
Así, con esta crudeza empieza este estupendo libro, absolutamente recomendable para aquellos que no quieren sufrir más. ( este es el subtítulo del libro). ¿A que dan ganas de leerlo y aprender a vivir con lo que somos?. Pues eso.


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